Una de las características que más distingue a los gatos es su peculiar
estructura ósea. Aunque en comparación al hombre es aproximadamente 15
veces más pequeño, el gato tiene más huesos que el ser humano, alrededor
de 244 contra 206.
La mayoría de estos 244 huesos se encuentran en la cola.
Las patas posteriores del gato son más largas y fuertes que las
delanteras, permitiéndole saltar hábilmente, sirviendose de ellas como
una especie de trampolín.
Al igual que el camello y la jirafa, los gatos caminan moviendo patas y
manos del mismo lado al unísono. El resto de los animales de cuatro
patas mueven la mano izquierda al mismo tiempo que la pata derecha, y la
mano derecha junto con la pata izquierda.
Gracias a las almohadillas que presenta en manos y patas, el gato puede
moverse silenciosa y sigilosamente. Sus garras son retractiles y pueden
extenderse más allá de sus almohadillas o volver a desaparecer mediante
una simple contracción de ciertos músculos.
Las almohadillas de los miembros del gato son extremadamente sensibles y
son utilizadas para investigar la textura, tamaño y forma de los
objetos desconocidos.
El gato extiende una mano para tocar el objeto, al principio,
suavemente, luego con más firmeza y luego usa el hocico para
inspeccionar con más detalle. La sensibilidad de las almohadillas de las
manos y patas del gato puede ser la razón por la cual a muchos gatos
les molesta tanto que se los acaricie, ya que se sobreestimulan.
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