El gato es un animal mamífero, carnívoro, digitígrado doméstico, que
es muy útil en casa, por lo mucho que persigue a los ratones.
Tiene temperatura corporal constante; es decir, es capaz de regular su temperatura.
Tiene su cuerpo cubierto de pelo.
Tiene la piel con glándulas sudoríparas (transpira) y sebáceas (puede cubrir su piel con una pequeña capa de grasa).
Las hembras poseen mamas para alimentar a sus crías.
Tiene respiración pulmonar.
Mandíbula con dientes
Posee cuatro articulaciones: 4 patas.
El gato es el resultado del cruce de muchas variedades de
gatos monteses; principalmente dos, de Asia y Egipto. En este último país ya se empleaba para exterminar ratas en los graneros.
De todos los animales domésticos, es el más asociado a
supersticiones y leyendas. En el antiguo Egipto eran sagrados,
habiéndose encontrado numerosas momias en las tumbas de sus dueños y en
cementerios especiales para estos felinos. Entre las divinidades
egipcias, figura una con cabeza de gato.
En la actualidad siguen empleándose para limpiar de ratones las casas.
A la luz, el iris del gato se reduce a una estrecha hendidura; en
la oscuridad se ensancha considerablemente para permitir la entrada de
mayor número de rayos luminosos. La retina refleja la luz en la
oscuridad y se ven brillar sus ojos por la noche. En la mayor parte,
este brillo es azul verdoso, pero las pupilas del gato siamés despiden
un fulgor rojo intenso cuando no hay luz.
El gato, como felino, es animal carnicero de fuerte y aguda
dentadura. Con la lengua, muy áspera, limpia la carne de los huesos y
alisa cuidadosamente su pelaje. Los gatos salvajes se alimentan de
roedores y pájaros. Cuando este felino se irrita o asusta, su pelaje
se eriza.
Fisiología del gato
El cuerpo de un gato doméstico es extremadamente flexible: su
esqueleto está formado por más de 230 huesos (el esqueleto humano,
aunque es mucho más grande, sólo contiene 206 huesos), su pelvis y
hombros están unidos a la espina dorsal con mucha más holgura que en la
mayoría de los cuadrúpedos.
La gran habilidad que tiene el gato para saltar se debe, en parte, a
su poderosa musculatura. La cola le da estabilidad cuando salta o cae.
Las garras del gato están diseñadas para capturar y sujetar a su
presa. Las uñas, afiladas, curvas y retráctiles, están enfundadas en
una almohadilla suave y curtida al final de cada uno de los dedos de
las patas y las saca para pelear, cazar o trepar. El gato marca su
territorio arañando y dejando su olor en árboles u otros objetos; sus
uñas dejan arañazos visibles y las glándulas odoríferas de las
almohadillas su olor
Los dientes del gato tienen como fin morder, no masticar. Los
poderosos músculos de su mandíbula y sus afilados dientes le permiten
dar un mordisco mortal a su presa.
Sentidos
La vista del gato está excepcionalmente adaptada a la caza,
especialmente de noche. Tiene una excelente visión nocturna, visión
periférica muy amplia y una visión binocular que le permite calcular
distancias con exactitud.
La visión diurna del gato no es tan buena como la de los humanos;
los gatos ven el movimiento con mucha más facilidad que el detalle y se
cree que sólo pueden ver una gama limitada de colores.
El gato tiene un oído extremadamente sensible. Puede oír una amplia escala de sonidos, incluso los ultrasónicos.
Su sentido auditivo es menos sensible a las frecuencias bajas, lo
que podría explicar por qué algunos gatos domésticos son más receptivos a
las voces femeninas que a las masculinas.
El gato hace girar las orejas independientemente para concentrarse en diferentes sonidos.
El olfato del gato está muy desarrollado, juega un papel vital en
la búsqueda de alimento y en la reproducción. Muchas de las señales
sociales de los gatos domésticos toman forma de olor: por ejemplo, los
machos, aparentemente, pueden oler una hembra en celo a centenares de
metros.
El gato tiene el sentido del gusto especializado de una manera
peculiar: tiene poca capacidad para detectar lo dulce, pero es muy
sensible a ligeras variaciones en el sabor del agua. La lengua del gato
está cubierta de protuberancias ásperas, o papillas, que utiliza para
raspar la carne de los huesos. También utiliza la lengua para limpiarse.
Los bigotes, o vibrissae, son muy sensibles al roce más leve y los
utiliza para advertir obstáculos y notar cambios en el entorno; con
poca luz le sirven para encontrar el camino.
Reproducción
El gato doméstico alcanza la pubertad alrededor de los nueve o diez meses de vida.
Una gata sexualmente madura tiene el celo, o estro, varias veces al
año; durante el celo es, a la vez, receptiva y atractiva a los gatos.
El periodo de gestación es de unos 65 días y la camada habitual de 4
cachorros. Los gatitos nacen sordos, ciegos y desvalidos; abren los
ojos a los 8 o 10 días de haber nacido y el destete comienza a las 6
semanas de vida.
Colores del pelaje
El color original del pelaje del gato doméstico era probablemente
castaño grisáceo con manchas más oscuras, color que proporciona un
camuflaje excelente en varios entornos.
El resto de colores y dibujos son el resultado de mutaciones
genéticas; por ejemplo, los pelajes de colores sólidos, como el negro o
el azul, se deben a un gen que suprime las franjas; el pelaje rojizo a
un gen que transforma el pigmento negro en rojizo, y el pelaje blanco
es el resultado de un gen que suprime completamente toda formación de
pigmento.
Dos pigmentos, el negro y el anaranjado, forman la base de todas las
coloraciones del gato doméstico moderno. Estos pigmentos se pueden
combinar entre sí o con blanco (ausencia de pigmento). Un solo gen, el
gen O (de orange, anaranjado en inglés), determina si el pelaje de un
gato contiene pigmento anaranjado o negro.
Podemos imaginar el gen O como un interruptor que está encendido
(pigmento anaranjado) o apagado (pigmento negro). Este gen está situado
en el cromosoma X, por lo que su herencia está relacionada con el
sexo.
Entre las clasificaciones hechas sobre las varias razas de gatos,
una de las más aceptadas los divide en dos grandes clases: de pelo
corto y largo. Entre estos últimos se cuenta el gato persa: corto de
patas, pecho amplio, ojos muy grandes, redondos; y el gato de Angora,
parecido al anterior, de líneas más finas.
El pelaje se caracteriza por la hermosura de su brillo y recibe
distintos nombres según el tono del pelo y el fulgor que despiden sus
ojos en la oscuridad.
Sin embargo, esta clasificación es puramente utilitaria y nada
científica; en realidad, son las razas exóticas de pelo corto, con gran
número de formas salvajes y primitivas, las que han dado origen al
gato doméstico y de éste han derivado las razas de pelo largo. En
consecuencia la clasificación debería partir de razas salvajes y
domésticas, subdividiéndose las últimas en las de pelo corto y pelo
largo.
Los gatos de pelo corto se dividen a su vez en dos grandes grupos: los
domésticos y otras razas más o menos exóticas. Como los anteriores
también se designan por el color de su piel. Entre ellos hay
variedades que, atendidas, dan ejemplares selectos.
Entre las exóticas de pelo corto figura una variedad procedente de
Abisinia supuesta descendiente del antiguo gato egipcio. Esta variedad
es pequeña, de formas graciosas, patas diminutas y largas orejas.
Su pelaje es similar al del conejo salvaje; con varios colores en
cada pelo, le dan un tono pardo rojizo con manchas o franjas oscuras.
Sus ojos son verdes o amarillentos; tímido, de temperamento plácido y
afectuoso.
El gato de la isla de Man, procedente de donde su nombre indica, se reconoce con facilidad por hallarse desprovisto de cola.
Aunque existen variedades de gatos rabones, sólo el de la isla de
Man tiene un pequeño hueco donde debería encontrarse dicho apéndice.
Como sus patas son bastante largas y su lomo estrecho, al caminar da
una especie de brinco parecido al del conejo.
También su pelaje es semejante al de este roedor, debido al suave y
tupido vello que le crece por debajo del pelo. El color de esta raza es
muy variado, y pese a la osadía y carácter independiente, resultan
buenos compañeros del hombre.
Fácilmente reconocible por el tono nada común de su pelaje, el gato
siamés es corrientemente tostado, aclarándose hasta adquirir una
tonalidad cremosa en su parte inferior. Sin embargo, su cara, orejas,
patas y rabo tienen un intenso color oscuro. Algunas variedades
presentan un delicado matiz azul grisáseo.
El color del pelaje varía según la edad del gato siamés, el estado
de su salud y la variedad a que pertenecen sus progenitores. Los ojos
de este gato son oblicuos y de un intenso azul zafiro.